Un hombre se va a dar una ducha en el momento que su esposa está terminando de hacerlo. En ese preciso instante suena el timbre de la puerta.
Después de algunos segundos de duda, ambos deciden que ella irá, por lo cual se envuelve en una toalla, va, abre la puerta y se encuentra con el vecino de al lado de casa. Antes de que ella pronuncie una palabra el vecino le dice:
- Le doy 100 soles si deja caer la toalla en el suelo. Ella piensa unos segundos, se decide, deja caer la toalla y se queda desnuda frente al vecino que, después de unos segundos, mete la mano en el bolsillo, saca 100 soles, se los entrega, da media vuelta y se va.
Aún confundida, cierra la puerta rápidamente, se envuelve otra vez en la toalla y vuelve al baño a secarse el pelo. Cuando llega, su marido le pregunta quién había tocado el timbre.
- El vecino de al lado -, dice ella y el marido le pregunta:
- ¿Te devolvió los 100 soles que le presté?
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Un cura va conduciendo cuando ve una monja parada a un lado de la carretera esperando el autobús. El cura se detiene y le ofrece llevarla hasta el pueblo más próximo. La monja acepta y pone el equipaje en el asiento trasero. Al sentarse, su hábito se abre un poco y deja ver una hermosa pierna.
Cuando el cura lo advierte casi ocurre un accidente, consigue controlar el coche aunque no resiste la tentación y pone la mano en la pierna de ella.
La monja mira al cura y le dice:
- Padre, recuerde el Salmo 129.
El cura retira rápidamente su mano y pide disculpas pero sus ojos se resisten a dejar de mirar la pierna, por lo que, poco después, su mano salta de la palanca del cambio esta vez a la rodilla de la monja:
- Padre, recuerde el salmo 129- reitera la monja.
El cura, contrariado retira la mano y trata de disculparse:
- La carne es débil, hermana...
Llegan a su destino y ella mira al cura significativamente y le agradece el favor de haberla acercado a su destino.
El cura prosigue su viaje y cuando llega a su destino corre a ver lo que dice el salmo 129:
- "Sigue adelante e inténtalo. Alcanzarás la gloria".
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Un joven de la ciudad se fue al campo y le compró un burro a un viejo campesino por 100 soles. El anciano acordó entregarle el animal al día siguiente. Pero al día siguiente el campesino le dijo:
- Lo siento, hijo, pero tengo malas noticias. El burro murió.
- Bueno, entonces, devuélvame mi dinero.
- No puedo; lo he gastado ya.
- Bien, da igual, entrégueme el burro.
- Y, ¿para qué? ¿qué va a hacer con él?
- Lo voy a rifar.
- ¡Estás loco! ¿Cómo vas a rifar un burro muerto? - Es que no voy a decir a nadie que está muerto, por supuesto.
Un mes después de este suceso se volvieron a encontrar el viejo vendedor y el joven comprador.
- ¿Qué pasó con el burro?
- Lo rifé. Vendí 500 rifas a 2 soles y gané 998 soles.
- ¿Y nadie se quejó?
- Sólo el ganador, pero a él le devolví sus dos soles.


